¿Cuándo habrá arquitectura? Santos Bregaña nos sitúa en la exposición
En la sala Ganbara recibimos un «pastelazo» directo, a la manera del viejo cine mudo, con el escrito introductorio de Aizpurua. Arquitectos-Pasteleros. Ornamento y delito. Y es que del tándem Aizpurua-Labayen, de aquella incipiente arquitectura racionalista que asomaba entonces por la ciudad cosmopolita-provinciana que era San Sebastián y que sesgó de cuajo la Guerra Civil, va la exposición. Contamos con la suerte de ser guiados por Santos Bregaña que ha sido coordinador de la misma. Suerte inmensa porque, más allá de lo que las paredes cuentan (y ya es mucho si consideramos que es la primera vez que este material sale a la luz), Santos nos sitúa dentro del montaje de la misma, en la última tecnología empleada para recrear las maquetas, en la necesidad de revisar los hallazgos atemporales de la Historia (esa tipografía Bembo de Manutio), en las contradicciones (que también las tuvo), de aquella arquitectura que, queriendo ser social, no supo, en un nuevo y fracasado intento tras William Morris, alcanzar una democracia de clases… Acaba Santos con unos consejos de futuro para entender la relación diseñador-cliente fruto de sus veinte años de experiencia y como salvoconducto para estos años de crisis, tan semejante por lo demás a la de aquellos años veinte, y para los venideros.
Abismos. Laberintos de la imagen: Javier Arce nos pierde en el laberinto.
Asistimos a la puesta en práctica de la mano de cuatro artistas, Iñaki Gracenea, Henna Nadeem, Javier Arce y Sheena Macrae de algunos de los conceptos desarrollados a lo largo del pasado siglo en lo que se refiere a la «obra dentro de la obra», el Mise en abyme, de André Gide que sugiere el título de la exposición y a la pérdida del aura original que toda obra de arte sufre al ser apropiada y manipulada por otros autores tal y como contó Walter Benjamin en su «La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica». Hemos contado aquí también con el directo de Javier Arce, venido desde Santander a explicarnos los procesos técnicos (proyector, rotuladores Montana…), y planteamientos conceptuales para la realización de su serie «Estrujados» y otra más reciente en la que sobre cristal o vinilo «copia» performances de otros artistas actuales. Y es que Javier engurruña y abisma en su batidora del tiempo la obra de gentes varias como Goya, los Chapman, Damien Hirst y su tiburón o el «cabezón» de Picasso. Ideas que, simuladamente, fueron apelotadas y arrojadas a la papelera son arrugas que hoy nos reclaman inquisitivamente desde las paredes. El encanto de lo rechazado y redescubierto.